El fin de vuestra larga y penosa jornada

La Única Paz de Mente

EL FIN DE VUESTRA LARGA Y PENOSA JORNADA 

 

TEXTO DE LA ALOCUCIÓN POR V. T. HOUTEFF

MINISTRO DE LOS DAVIDIANOS ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DÍA

EL SÁBADO, 19 DE ABRIL DE 1947

CAPILLA DEL MONTE CARMELO

WACO, TEXAS 

   Nuestro tema de esta tarde, se encuentra en el capítulo 51 de Isaías, comenzando con el versículo uno. 

   “Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová. Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados. Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz …”. Isaías 51:1, 2 

   En este capítulo Dios habla a los descendientes de Abraham, a una generación que sigue justicia. Encontremos ahora en la corriente del tiempo la exacta generación a la que la Inspiración se está dirigiendo. 

   ¿Será el pueblo de los tiempos de Moisés? ¿O de los tiempos de Isaías? ¿O de los Apóstoles? ¿O será de nuestro tiempo?, ¿O de algún otro tiempo? Si el capítulo se refiere a nosotros, entonces nuestra necesidad de estudiarlo, y nuestro interés en él, serán infinitamente grandes, más que si esto fuera de otra manera. La información que buscamos se encuentra en el versículo 17. 

   “Despierta, despierta, levántate, oh Jerusalén, que bebiste de la mano de Jehová el cáliz de su ira; porque el cáliz de aturdimiento bebiste hasta los sedimentos”. Isaías 51:17.

   Estos versículos revelan, que Dios está hablando a un pueblo que ha pasado por todas las pruebas, y penalidades asignadas a ellos, y por las cuales tuvieron que atravesar debido a su pecado y desobediencia. Ellos han ido por en medio de la cautividad. Han bebido hasta las heces del cáliz de aturdimiento. Nada más queda en el cáliz; ellos han llegado al fin de todas sus pruebas. Por supuesto esto no podría decirse al pueblo en el tiempo de Moisés, tampoco al del tiempo de Isaías, ni siquiera al pueblo del tiempo de los Apóstoles. Esto no puede ser dicho a cualquier otro pueblo sino a aquellos que han llegado al tiempo de su liberación de la necesidad, del temor e inseguridad que se acarrearon por su pecado, y rebelión. La llamada divina para despertarles, no obstante, revela que aunque el tiempo de su liberación ha llegado, con todo están en un profundo sueño espiritual - ignorantes de estas buenas noticias.                               

   “Así dijo Jehová tu Señor, y tu Dios, el cual aboga por su pueblo: He aquí he quitado de tu mano el cáliz de aturdimiento, los sedimentos del cáliz de mi ira; nunca más lo beberás”. Isaías 51:22. 

   Se ve que Dios está positivamente hablando a un pueblo quienes ya han recibido todo el castigo para ellos, y al fin El está pleiteando su causa. Esto no puede decirse de cualquier pueblo anterior. ¿Cómo sabemos que el tiempo está aquí y que el Señor está hablando a nosotros? Lo sabemos por el hecho que las profecías en este tema, tan largo tiempo escondidas, son ahora por primera vez reveladas y traídas a nuestra atención. Estamos listos ahora para estudiar el capítulo versículo por versículo. 

   Isaías 51:1, 2 – “Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová. Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados. Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué”.

   Dios aconseja a su pueblo de hoy que le oigan a él. Estos son los que están empeñados en obtener justicia, estos son los que están buscando al Señor, y que están ansiosos de que haya un reavivamiento y una reforma entre ellos. Son urgidos a que miren la roca de donde fueron cortados, y la caverna de donde fueron arrancados. 

    No hemos de concluir que los únicos descendientes de Abraham son Judíos. Los que son lo suficientemente afortunados para tener este mensaje traídos a ellos son el pueblo. No hay otra segura conclusión si Dios causa que las profecías sean escritas, selladas y luego reveladas a su voluntad y al tiempo designado. Los judíos por lo tanto, no son los únicos descendientes de Abraham. Para encontrar quienes son estos buscadores de justicia, hay varios factores genealógicos que considerar: 1) solamente los ciudadanos del reino de Judá, (el reino de las tribus de Judá, y Benjamín) recibieron el título de Judíos. 2) Aquellos del reino de las diez tribus, (el reino de Israel) fueron esparcidos entre las naciones, y allí completamente perdieron su identidad. 3) Además la misma iglesia cristiana, es una rama progresiva de la iglesia y la nación judía. Los Apóstoles y sus adeptos hasta cerca de 35 años D.C. fueron todos judíos. Luego fue cuando, nuevamente, una multitud de Judíos perdieron su identidad llamándose Cristianos. Comparativamente hablando, sólo unos pocos judíos, del reino de Judá, han conservado su título nacional, judíos. 

  

   Los descendientes de los primeros cristianos judíos y los descendientes de las diez tribus, a través de la corriente del tiempo debieron haber aumentado hasta ser una multitud innumerable, pues la simiente de Abraham había de ser como la arena del mar en multitud. Es, por lo tanto, obvio que los pocos identificables judíos de hoy no son los únicos descendientes de Abraham. Sino que muchos de los gentiles deben ser de Abraham. Puesto que esta situación mezclada existe, difícilmente uno puede decir con certidumbre que él no es uno de los hijos de Abraham. Probablemente, muchas de las naciones quienes el mundo llama gentiles son los hijos de Abraham. No sabemos con certeza quien es quien. Dios, sin embargo ha guardado un perfecto registro genealógico, pues él dice: “Yo me acordaré de Rahab y de Babilonia entre los que me conocen; he aquí Filistea y Tiro, con Etiopía; este nació allá. Y de Sion se dirá: Este y aquél han nacido en ella, y el Altísimo mismo la establecerá. Jehová contará al inscribir a los pueblos: Este nació allí. Selah”. Salmos 87:4-6. 

   Más aún, aunque uno sea de sangre gentil, si verdaderamente acepta a Cristo, por nacimiento espiritual llega a ser de la simiente de Abraham pues dice la inspiración: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”. Gálatas 3:29. Los hijos de Abraham aquí mencionados, por lo tanto, no deben buscarse entre los judíos identificables no creyentes, sino entre los cristianos. Son amonestados a mirar a Abraham y a Sara, y a considerar que cuando Dios llamó a Abraham, aunque era sólo, no obstante, obedeció y Dios le bendijo; que a pesar de todas las imposibilidades aparentes con él y con Sara, El le multiplicó. ¿Y qué tal si usted sólo personalmente fue llamado por Su palabra, como lo fue Abraham, para representar usted sólo la Verdad y justicia, sería usted un héroe por Dios como Abraham, o sería usted como el apóstata Judas Iscariote? 

Si no tuvimos el privilegio de escoger como Abraham,

   Dios no nos hubiera recordado de la experiencia de Abraham. Se nos ha dicho claramente que no perdamos el ánimo sino tener fe en Dios, pues El tiene la intención de bendecir y multiplicarnos, como bendijo y multiplicó a nuestros antecesores, Abraham y Sara. La razón que El da por bendecirnos como los bendijo, es ésta: 

    Isaías 51:3 – “Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto”. 

    El punto focal de las Escrituras es la reconstrucción de Sion, y eso es nuestra carga. 

     Isaías 51:4, 5 – “Estad atentos a mí, pueblo mío, y oídme, nación mía; porque de mí saldrá la ley, y mi justicia para luz de los pueblos. Cercana está mi justicia, ha salido mi salvación, y mis brazos juzgarán a los pueblos; a mí me esperan los de la costa, y en mi brazo ponen su esperanza”. 

    Se nos advierte que oigamos al Señor, porque una ley y un juicio han de proceder de El. Estas dos tienen que ser “una luz al pueblo”. Otra vez dice el Señor: “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.

   Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”. Isaías 2:2-4. 

   La ley tiene que salir cuando el monte de la casa de Jehová (el reino) sea confirmada por cabeza de todos los montes, (reinos) y cuando sea exaltado sobre todos los collados. Entonces la “luz” ocasionará que las naciones que son amonestadas, correrán, y subirán al monte de Jehová. Y también en lugar de batir sus rejas en espadas, y en hoces sus lanzas (Joel 3:10), ellos volverán sus espadas en rejas, y sus lanzas en hoces. “No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”. Isaías 2:4. 

Decir, “cercana está mi justicia”, y “ha salido mi salvación”, es decir que la salvación ha estado aquí, pero la justicia está por venir. ¡Y cuán verdadero! 

¿Qué es el “brazo” del Señor que juzgará a los pueblos? Esto veremos al leer a continuación: 

   Isaías 51:9, 10 – “Despiértate, despiértate, vístete de poder, oh brazo de Jehová; despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados. ¿No eres tú el que cortó a Rahab, y el que hirió al dragón? ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo; el que transformó en camino las profundidades del mar para que pasaran los redimidos?”. 

   ¡Cuán ilógico sería que Dios tratara de despertarse a sí mismo, como si él o su brazo se encontraran dormidos! Este versículo muestra que El llama “su brazo”, al movimiento del Éxodo. Justamente, porque Dios ejecuta su obra con los que son sus Siervos. Así que sus Siervos son su brazo, y ellos juzgarán (regirán) a las naciones, y las naciones confiarán en ellos.

   Isaías 51:6 – “Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá”. 

   Necesariamente se nos recuerda que todas las cosas perecerán, más los que obtengan la salvación y justicia de Dios permanecerán para siempre. 

   Isaías 51:7 – “Oídme, los que conocéis justicia, pueblo en cuyo corazón está mi ley. No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes”. 

    Los que conocen su justicia, la gente a quien es revelada su Verdad, y que tiene su ley en su corazón, es obvio que sufren los reproches, y denuestos de los hombres, pero estos son advertidos de que no tengan temor. Y ¿Qué sería el fin de sus adversarios? - He aquí la respuesta: 

    Isaías 51:8 – “Porque como a vestidura los comerá polilla, como a lana los comerá gusano; pero mi justicia permanecerá perpetuamente, y mi salvación por siglos de siglos”. 

    Con dolor, nosotros nos compadecemos de nuestros hermanos Laodicenses, que están tan ciegamente disgustados contra nosotros. 

 

    Isaías 51:9, 10 – “Despiértate, despiértate, vístete de poder, oh brazo de Jehová; despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados. ¿No eres tú el que cortó a Rahab, y el que hirió al dragón? ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo; el que transformó en camino las profundidades del mar para que pasaran los redimidos?”. 

   Si su pueblo no estuviera dormido, ¿Qué necesidad habría de llamarle para despertarse? Estamos alegres porque Dios mismo nos está levantando, y claramente nos está diciendo, que así como nuestros antepasados hicieron grandes cosas, nosotros como “brazo” del Señor, cosas más grandes que ellos podemos y haremos. 

    Isaías 51:11 – “Ciertamente volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; tendrán gozo y alegría, y el dolor y el gemido huirán”. 

   Gracias sean dadas a Dios, porque no sólo nos despierta y hace que volvamos a Sion cantando, sino que también removerá nuestros gemidos y dolor para siempre. El es poderoso para poner gozo perpetuo sobre nuestras cabezas. 

    Isaías 51:12 – “Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno?”. 

    En un esfuerzo para mostrarnos lo absurdo que es temer a los hombres que mueren como la hierba bajo pies, la Inspiración en este versículo, hace más enfática la promesa de consuelo de Isaías 51:11. Debe ser que con algunos, el temor del hombre es grande. Ahora que tenemos nosotros la Palabra de Dios, y su consuelo, sólo temamos a Aquel quien ha de temerse.

    Isaías 51:13 – “Y ya te has olvidado de Jehová tu Hacedor, que extendió los cielos y fundó la tierra; y todo el día temiste continuamente del furor del que aflige, cuando se disponía para destruir. ¿Pero en dónde está el furor del que aflige?”. 

    Cuando nosotros comenzamos a temer al hombre, exactamente en ese momento, nos olvidamos de Dios. La pregunta es: “¿En donde está el furor del que aflige?” implica en realidad que no hay ninguno, que solamente es una fanfarronada. 

   Isaías 51:14, 15 – “El preso agobiado será libertado pronto; no morirá en la mazmorra, ni le faltará su pan. Porque yo Jehová, que agito el mar y hago rugir sus ondas, soy tu Dios, cuyo nombre es Jehová de los ejércitos”. 

   Si, los cautivos esperan por su liberación, pero Dios no espera para que el mar se divida a sí mismo. El lo divide a su voluntad, y hace que su pueblo lo atraviese por tierra seca. 

   Isaías 51:16 – “Y en tu boca he puesto mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí, extendiendo los cielos y echando los cimientos de la tierra, y diciendo a Sion: Pueblo mío eres tú”.

     Aquí tenemos la misma declaración de Dios, de que las palabras que nosotros hablamos, son las palabras de Verdad que vienen directas de El. Además El nos asegura que su mano, su cuidado en guiarnos, están en nuestro derredor; y que por este medio, él puede plantar los cielos, y fundar la tierra, y decir a Sion, “Tu eres mi pueblo”. 

     Isaías 51:17 – “Despierta, despierta, levántate, oh Jerusalén, que bebiste de la mano de Jehová el cáliz de su ira; porque el cáliz de aturdimiento bebiste hasta los sedimentos”. 

   Despierta, despierta, amigo mío, al hecho de que nuestra cautividad, nuestro dolor, y nuestro gemido, pronto terminarán; nunca más volveremos a pasar por ellos. El que divide el mar, sin duda puede libertarnos. 

   Isaías 51:18 – “De todos los hijos que dio a luz, no hay quien la guíe; ni quien la tome de la mano, de todos los hijos que crió”. 

   La condición pasada, y presente de Sion, es expuesta a nuestra vista, para nuestra consideración. ¡Que desolación! ¡En que terrible estado se encuentra la iglesia, después de haber dado a luz tantos hijos! ¡No hay uno de ellos que la tome en su mano para ayudarla! 

   Aquí se nos dice, que los laicos en Laodicea no son de ninguna ayuda espiritual para la madre (el ministerio) - no, ninguno de ellos hace siquiera un esfuerzo para levantar su mano, y ayudar a los hermanos ministros. Todos están de acuerdo más o menos permanecer “desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Apocalipsis 3:17. 

   Isaías 51:19 – “Estas dos cosas te han acontecido: asolamiento y quebrantamiento, hambre y espada. ¿Quién se dolerá de ti? ¿Quién te consolará?” 

   A David antiguamente se le dio tres cosas para elegir uno “… Vino, pues, Gad a David, y se lo hizo saber, y le dijo: ¿Quieres que te vengan siete años de hambre en tu tierra? ¿o que huyas tres meses delante de tus enemigos y que ellos te persigan? ¿o que tres días haya peste en tu tierra?…”. 2 Samuel 24:10-13. Ahora, de la misma manera se le pide al pueblo de Dios a que escoja la desolación y destrucción o hambre y espada. Luego a diferencia del día de David, El mismo nos resuelve el problema si se lo permitimos.  

       Estas son algunas de las cosas, por las que el pueblo de Dios ha pasado. Algunas de estas circunstancias todavía rodean en el mundo al pueblo de Dios. Sin embargo, nuestra esperanza está en la liberación de Dios. 

   Isaías 51:20-22 – “Tus hijos desmayaron, estuvieron tendidos en las encrucijadas de todos los caminos, como antílope en la red, llenos de la indignación de Jehová, de la ira del Dios tuyo. Oye, pues, ahora esto, afligida, ebria, y no de vino: Así dijo Jehová tu Señor, y tu Dios, el cual aboga por su pueblo: He aquí he quitado de tu mano el cáliz de aturdimiento, los sedimentos del cáliz de mi ira; nunca más lo beberás”. 

   ¿No estaremos nosotros agradecidos de saber, que todos aquellos cuyos nombres se encuentran en el libro serán librados del tiempo de tribulación, que pronto está por sobrecogernos en la que Miguel se levantará, y estará por su pueblo (Daniel 12:1)?. Una vez que él nos junte, nunca más nos esparcirá otra vez. 

   Isaías 51:23 – “Y lo pondré [el cáliz de su furor] en mano de tus angustiadores, que dijeron a tu alma: Inclínate, y pasaremos por encima de ti. Y tú pusiste tu cuerpo como tierra, y como camino, para que pasaran”. 

   Los papeles se han cambiado; lo que una vez el pueblo de Dios tenía que tomar de sus enemigos, ahora lo tomarán ellos. Así pues, no descuidemos el tomar ventaja de la oferta de Dios, para libertar a su pueblo.

Si, amigos míos, puesto que nuestra larga y penosa jornada toca a su fin como el “brazo” de Dios prestemos atención fervorosa para que nos despertemos. Ahora al fin de nuestra larga y penosa jornada, no permitamos que nada nos impida obtener las dos cosas que han de hacernos quedar en pie para siempre – la salvación y justicia de Dios. 

Ahora se nos pide escoger o estar del lado de Dios o del lado de Sus adversarios (los que tememos); aquellos quienes hacen todo para cerrar nuestros ojos a la verdad de Dios para este tiempo - escoger a Dios, Su espíritu y Su verdad revelada, o escoger a los hombres, la desolación y destrucción, el hambre y la espada.